¡Hola a todos!
Me hace muy feliz que sigas en acompañándome en el camino del BienSER. Y si te acabas de incorporar, darte las gracias por dedicar un ratito de tu tiempo a leer y reflexionar conmigo.
Hoy me gustaría hablar sobre el BienSER Emocional, eso que no se ve pero que tiene tanto poder sobre nosotros. Me recuerda a cuando estudiaba en microbiología los microorganismos, esos invisibles seres que se hacen visibles y bien visibles cuando quieren.
Al final, las emociones son esos pensamientos que se traducen en lo que sentimos y que se puede hacer muy pero que muy grande… para bien, y también para mal.
Estoy segura de que hay muchísimas personas que puedan hablar de esto con mucha más propiedad y rigurosidad científica, con teorías y estadísticas que puedan demostrar acertadas o equivocadas hipótesis de estudios sobre psicología, psiquiatría, etc, etc… pero ¿sabes qué?, yo creo que todos y cada uno de nosotros tenemos potestad de hablar sobre las emociones porque las sentimos, porque las vivimos y a veces, incluso, las sobrevivimos.
Sentir no se aprende, se nace con ello, y uno va aprendiendo a vivir con ellas, a reaccionar ante ellas, y a veces a pelear con ellas… y creo que esto es porque nacemos con ellas, pero nadie nos enseña a conocerlas y manejarlas. Es como si te ponen en el volante de un coche con cientos de botones y funciones, inteligente y domótico, pero no te dan las instrucciones. Claro, hay una parte de nuestra intuición que nos ayuda a ponerlo en marcha, activar algunas de las funciones e incluso, descubrir algunas cosas nuevas, pero ni de lejos llegamos a conocer las posibilidades que tiene... y si además, lo usamos mal, o tenemos errores, podríamos llegar a tener un accidente que pudiera ser fatal.
Así lo veo yo… ante un estímulo, tenemos un pensamiento, nuestro cerebro lo recibe, lo observa, lo identifica y lo procesa… pero ¿estamos seguros que tal cual aprendemos a hacerlo es lo que nos hace ser eficientes con el manejo de los mismos y de las emociones que desata?
Todos nacemos sabiendo comer y beber, pero aunque sepamos hacerlo y sepamos que lo necesitamos para vivir, necesitamos alguien, un referente que nos enseñe a hacerlo convenientemente. Que cuando somos bebes nos suministre el alimento necesario, que luego, según vamos creciendo, nos vaya enseñando qué comer y cuándo, que no podemos abusar de nada, que tenemos que repartir los nutrientes en diferentes tipos de alimentos, que es importante comer o no comer algo en según qué circunstancias… si esto no fuera así, nuestra supervivencia se vería comprometida hasta el punto de que dudo de si nuestra especie seguiría estando aquí.
Pero, ya sabemos que nacemos sabiendo sentir, pero, ¿quién nos enseña a hacerlo bien?… ¿quién nos ayuda a identificar nuestras emociones, observarlas y gestionarlas de manera que podamos ser personas eficientes y sanas emocionalmente?
¿Quién nos enseña a BienSENTIR?
Desde pequeñitos observamos y vamos aprendiendo de lo que nos rodea, y como nuestros padres, hermanos, abuelos, profesores,... de todos los referentes de los que vamos aprendiendo en nuestra evolución... pero me hago una pregunta... si ellos no han aprendido a sentir y manejar las emociones de manera eficiente y consciente, ¿cómo nos van a enseñar a nosotros? Creo que nos vamos llenando de una especie de puzle de acción y reacción a cómo creemos que deberíamos sentir que luego se nos hace bola de mayores.
Me explico mejor: si de pequeña lloraba, me decían que no lo hiciera, que todo estaría bien e incluso buscaban, con todo el amor del mundo, distraerme para no seguir pendiente y atendiendo esa emoción que se reflejaba en mi llanto. Si me enfadaba, lo primero es que no podía explicarme, porque al ser una niña, los adultos dan por hecho que no tienes razón. Así que, ¿a quién le cuentas lo que te molesta para que te ayude a gestionarlo?; es más, ¡cuántas veces nos hemos enfadado y nos han dado una colleja por hacerlo!. Lo mismo con la envidia… ¿quién no ha sentido o siente envidia alguna vez?. Pues parece que por sentirlo, somos peores, y tratamos de convencernos a nosotros mismos con discursos y palabrería que nos permita autoconvencernos que no es envidia, sino que el otro tiene la culpa de todo…
Y así vamos creciendo y llega la adolescencia… con una avalancha de emociones y hormonas que nos vuelve del revés. Y claro, aún menos nos entienden… pero ¡si no nos entendemos ni nosotros mismos! Si no piensas lo que deberías pensar con depende qué personas, no eres aceptado por el grupo… o si abres tu corazón y cuentas qué sientes, mucha gente ni te entiende, y en esos momentos, sólo necesitas ser escuchado, entendido y a veces, hasta normalizado.
Y así vamos creciendo, y creciendo… y comienzan las relaciones con parejas, y con hijos, y con las familias de las parejas, y los trabajos… ¡uf los trabajos! Cómo separar lo personal de lo profesional y gestionar las emociones de manera que, si hay una crítica a nuestro trabajo, no se nos despierte el pensamiento de “este/a es imbécil y no tiene ni idea” que nos enciende un volcán en la boca del estómago, que nos mueve la bilis y nos hace estar todo el día mosqueados porque la emoción de la ira ha venido a visitarnos y ni siquiera la reconocemos!
Así que nos enseñan muchas cosas, pero muchas, y luego somos autodidactas de muchas otras… pero de las emociones…. Nada de nada.
Al final leemos libros de autoayuda, nos guardamos frases que leemos en Facebook y otras redes sociales que nos resuenan dentro, nos desahogamos desde la queja más que desde la comprensión y consciencia… ¡¡somos unos grandes Huérfanos emocionales!!
Así que amigo bienSERista, te invito esta semana a hacer un ejercicio:
- Cuando notas que sientes algo, esa emoción que todos ponemos nombre pero que la vemos como un ser extraño, piensa un segundo qué pensamiento tienes. Dibújalo en tu mente: en qué situación estás, con quién, qué has pensado…
- Y luego sigue el camino hasta llegar a la parte de tu cuerpo donde la estás sintiendo. Y piensa un minuto… ¿qué siento?
- Lo primero, es aceptar tu emoción, lo que sientes… está ahí, no es una ilusión, no es un fantasma, está ahí y la sientes, así que acéptala, dile hola, dale la mano, preséntate a ella… lo que sea para que la aceptes como parte de ti en ese momento.
- Luego, imagínate que tienes etiquetas de colores para las diferentes emociones… rojo ira, azul tristeza, verde esperanza, blanco amor… como más te guste, y vas, y etiquetas a esa emoción que tienes ahora, como haces en las redes sociales al etiquetar amigos.
- Esto te ayuda a identificar las emociones y poder comunicarte con ellas, y comunicártelas a ti mismo y poder hacerlo a otros. Porque, ya hablaremos otros día, ya es difícil gestionar nuestras emociones con nosotros mismos… pero ¡ay madre hacerlo con otros!
- Y ya, más adelante, verás qué hacer con ella… si te interesa alimentarla y mantenerla contigo, si te interesa dejarla ir, si quieres dejarla para luego y trabajar sobre ella, si quieres compartirla con alguien… lo que sea.
Prueba hacer esto que te digo y cuéntame si te apetece. Sabes que estoy al otro lado de bienserybienestar@gmail.com o de Facebook, Instagram, el blog…. Aquí estoy para acompañarte si quieres 😊
¡Te deseo una feliz semana y te espero en el próximo post!
¡Un fuerte abrazo, bienSERista y.... a BienSENTIR!
Comentarios recientes
24.03 | 19:31
Bonita y emotiva reflexion.
08.03 | 21:39
Preciosas palabras, y sentimientos que se asoman a ellas!
16.02 | 14:20
Sí, creo que sí... Yo he vivido las dos cosas y desde luego uno entiende que es ley de vida cuando la persona ya tiene una edad que cuando se nos va antes... aunque el decir adios, siempre duele...
15.02 | 08:13
Debe ser más fácil despedirse cuando un familiar cumple 97 años y además bien vividos, que cuando la Vida te lo arrebata con muuchos menos y sin apenas avisar.... ahí, no quieres decir adiós.....